Aquello era un hervidero de emociones, de risas y colores...y ¿cómo no?, de villancicos también.
El peque estaba rodeado de sus compañeros de clase y cuando sonaron las panderetas, ¡ooohhh, su sonrisa iluminó unas veinte mil leguas de viaje submarino -o más- y me llegó!.
Entonces recordé cuando mi carita lucía igual que la de él porque....
Para ese instante, os dejo hoy esta magia volcada en diferentes emociones y lenguajes.
( Esta historia y muchas más las podéis encontrar en http://4pmenos.blogspot.com.es/)